UN VIAJE POR EL GIGANTESCO MONOLITO

UN VIAJE POR EL GIGANTESCO MONOLITO
Llevaba un par de semanas pensando en ir a escalar a La Peña de Bernal con unos amigos. Nunca había ido y desde que empecé a escalar la peña figuraba en mi ‘’agenda’’ de escalada con la etiqueta de pendiente.
La Peña de Bernal es un gigantesco monolito que ostenta el tercer lugar dentro de los monolitos más grandes del mundo, antecedido primero por el ‘’Peñón de Gibraltar’’ y después por el ‘’Pan de Azúcar’’ en Río de Janeiro. Es uno de los sitios icónicos de México que recibe peregrinaciones de escaladores de todo el mundo.
Era fin de semana largo y Sofía y yo ansiábamos salir de la ciudad para escalar y acampar en búsqueda de alguna aventura. Pasé por ella y en el camino a mi casa decidimos que iríamos a Bernal. Ninguno de los dos había ido por lo que era un excelente plan, así que pasamos a recoger todo el equipo e improvisadamente tomamos camino hacia Querétaro. En la carretera, Sofía investigaba si podíamos llegar a Chichidho a acampar. Nos lo habían recomendado por ser el santuario que está a la espalda del monolito y por ofrecer oportunidades excelentes para escalar. Tristemente el acceso estaba restringido por pandemia y sólo tenían habilitado, por el momento, la renta de cabañas las cuales ya estaban reservadas. 
Sin un plan B llegamos a Bernal y nos sorprendió la gran infraestructura turística que ofrece el pueblo. Con sus decenas de hoteles ‘’boutique’’ y sus múltiples tiendas de artesanías, es evidente que la economía de Bernal se basa en el turismo y en la comercialización de artesanías.
En el año 2005 el pueblo pasó a formar parte del programa turístico ‘’Pueblos Mágicos’’ desarrollado por la Secretaría de Turismo. Un programa que tenía como objetivo el de estructurar una oferta turística complementaria y diversificada hacia el interior del país, entre muchos otros. 
En nuestro afán por acampar decidimos probar suerte en Chichidho. A pesar de colindar con el monolito, este campamento es parte de otro pueblo llamado San Antonio de la Cal y forma parte del municipio de Tolimán.
El contraste entre San Antonio y Bernal es impactante. En Bernal las calles son pintorescas, empedradas, con una proliferación de pequeños hoteles mientras que al otro lado de la peña las condiciones precarias hacen notar que los beneficios que ha traído el turismo a su pueblo vecino no han permeado en lo absoluto en la localidad.
En San Antonio las calles son de tierra y el aire es de polvo, resultado de la industria de la tritura y calcinación de piedra caliza que durante muchos años ha operado en el pueblo; el perfecto ejemplo del choque entre una industria extractiva y una actividad terciaria orientada al turismo y la comercialización de bienes.
Revisando los índices de marginación de estas localidades, elaborados por el Consejo Nacional de Población, noté que estos pueblos vecinos tienen índices  muy diferentes. Para determinar el índice de marginación y rezago social se consideran diferentes indicadores socioeconómicos como: educación, vivienda, ingresos y el contexto territorial. El grado de marginación de Bernal en el año 2010 fue de ‘’medio’’ mientras que San Antonio de la Cal fue catalogado con un grado de marginación ‘’alto’’.
Sus habitantes padecen una pobreza multidimensional; ingresos  insuficientes para satisfacer las necesidades y múltiples carencias sociales. 
Las nubes de polvo que cubren el pueblo le han pasado la factura a los pobladores, quienes con males respiratorios y problemas oculares, deben desplazarse fuera del poblado para atenderse pues San Antonio carece de servicio médico. 
Mi intención no es la de glorificar a Bernal ni mucho menos hablar del turismo como el ‘’rayo del progreso’’. Creo que siempre debemos de analizar las dos caras de la moneda objetivamente.
Como mencioné anteriormente, en el 2005 Bernal fue incorporado al programa ‘’Pueblos Mágicos’’, en el 2007 la Peña de Bernal fue declarada Reserva Natural Protegida y dos años más tarde fue certificada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por su importancia simbólica de las tradiciones y memorias vivas de la cultura Otomí-Chichimeca.
Todos estos reconocimientos han atraído a diferentes inversionistas los cuales, ansiosos de participar en el auge del turismo han buscado apropiarse de predios y, las familias locales, tentadas por el dinero rápido, han vendido sus propiedades cediendo paso al fenómeno de la gentrificación.  
Lo que no sabíamos es que el camino para llegar a la base de la peña por San Antonio está mucho más Off Road de lo que un Prius puede aguantar así que desistimos de la misión. De camino habíamos notado un pequeño hotelito muy colorido llamado La Tortuga. Supusimos que la vista del lugar sería inmejorable así que decidimos parar a pedir informes. En la recepción conocimos a Carmen quien nos contó que el hotel-spa “La Tortuga Xaha” pertenece a una cooperativa integrada por 14 personas de la misma localidad conformada por: artesanos, médicos tradicionales, masajistas, guías de Temazcal; todos de origen Otomí-Chichimeca.
La amabilidad y la hospitalidad de la gente de La Tortuga hicieron que nos olvidáramos de nuestra intención de acampar y que reserváramos una de las siete habitaciones que ofrecen. 
Más que un simple hotel, La Tortuga es un centro de sanación tradicional que busca conservar y compartir los elementos culturales de la localidad. Además del hospedaje, ofrecen masajes típicos, la posibilidad de participar en sesiones de Temazcal, servicio de restaurante y venden artesanías y productos naturales elaborados por la misma comunidad.
Al final vivimos una experiencia inmejorable; encadenamos la ruta icónica de ‘’la Bernalina’’ llegando hasta la cima de la peña y nos fuimos contentos de la suerte que tuvimos de conocer a Carmen y demás miembros de la cooperativa fundadores del hotel-spa.
San Antonio y Bernal son cubiertos por la misma sombra pero su circunstancias han sido muy diferentes. Sobreponiéndose a las dificultades, La Tortuga es un gran ejemplo de como un modelo turístico integralmente planeado es una buena herramienta para promover el desarrollo local de las comunidades brindando nuevas oportunidades de empleo y contribuyendo al mejoramiento de la calidad de vida de la población.
Todo en nuestras vidas son decisiones y hay algunas que repercuten más que otras; desde la alimentación que elegimos, la ropa que compramos, las marcas que consumimos, los sitios a donde viajamos y nos hospedamos, etc. 
Está en cada uno de nosotros aportar un granito de arena desde nuestras trincheras, conscientes de que cada uno es el primer vector de cambio hacia un rumbo sustentable, incluso cuando nos vamos de vacaciones.
Post Por: Juan Pablo Valdovinos
Para más información sobre el hotel-spa “La Tortuga Xaha”  

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